Se dice “Monza” y parece escucharse el rugido de los motores de los autos de Fórmula 1. No es necesario ser un aficionado al deporte para saberlo: el nombre Monza es conocido en todo el mundo por su circuito automovilístico, uno de los más antiguos, icónicos y rápidos del planeta.
¡Pero Monza es mucho más que el Autódromo Nacional! Esta hermosa ciudad, a pocos kilómetros al norte de Milán, guarda sorpresas y muchas historias para contar a sus visitantes: dos reinas, una catedral, un tesoro compuesto por objetos de oro y gemas antiguas, una gallina con siete pollitos, un palacio suntuoso y un parque gigante son solo algunos de los protagonistas del viaje a Monza.
El primer descubrimiento inesperado para quienes visitan Monza con motivo del Gran Premio u otras carreras automovilísticas es precisamente el hecho de que el circuito se encuentra dentro de una inmensa zona verde. De hecho, el de Monza es uno de los parques urbanos más grandes de Europa, con más de 700 hectáreas de extensión y una gran variedad de especies vegetales que lo convierten en un lugar frecuentado y muy querido por locales y turistas.
El Parque de Monza forma parte del patrimonio histórico y cultural de nuestra región: fue Napoleón quien ordenó su creación en 1805 como finca agrícola y, por ello, además de la naturaleza, se encuentran granjas, molinos y diversos edificios. El primero de todos es la Reggia, nuestra pequeña “Versalles” lombarda, que en realidad no es tan pequeña, ya que cuenta con más de 700 habitaciones, una capilla, un teatro y un jardín de estilo inglés.
La villa de estilo neoclásico fue construida en 1777 por orden de los Habsburgo, quienes la habitaron hasta que se convirtió en la residencia de verano de Eugène de Beauharnais en la época napoleónica. Los últimos propietarios fueron los reyes de Italia, que transformaron algunos espacios según la moda y el gusto de finales del siglo XIX, especialmente gracias a la contribución de la Reina Margarita de Saboya, quien, por su carisma y elegancia, puede considerarse una auténtica influencer de su tiempo.
Pero, como se mencionó anteriormente, las reinas famosas en Monza son dos, y Teodolinda de los Lombardos tiene el papel de fundadora de la ciudad, según la leyenda que la describe como protagonista de un sueño premonitorio en el que una paloma blanca le indica el lugar donde detenerse con su pueblo.
Este episodio se narra junto con otros 44 de su vida en la capilla dedicada a ella en la catedral de Monza, un espacio extraordinario cubierto de pinturas relucientes de oro realizadas a mediados del siglo XV por los hermanos Zavattari. Como en un cómic, describen todo con gran detalle (¡incluso podemos ver qué se comía durante un banquete de bodas de la época!).
Y también son de oro las joyas y objetos sagrados que Teodolinda donó a la catedral, entre los cuales se encuentra la misteriosa Chioccia coi Pulcini, cuya interpretación es controvertida, pero sobre todo la mítica Corona Ferrea.
Se trata de un objeto único que, además de oro, piedras y esmaltes, contiene una reliquia famosa: un clavo de la cruz de Cristo. No sabemos si esta corona fue usada por la reina Teodolinda o si, en cambio, se utilizó como adorno de un altar. Ciertamente, adornó a varias cabezas célebres a lo largo de la historia, incluida la de Napoleón.
Aquí está Monza. Y lo bueno es que todo esto se puede ver y vivir: el Parque, la Reggia, el Autódromo, la Catedral y el Tesoro están abiertos a los visitantes. Solo queda elegir cuándo..
Llegar a Monza es facilísimo con cualquier medio de transporte y desde cualquier lugar!